(oriolus oriolus)

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De tamaño similar a un mirlo su estancia entre nosotros la pasa en la espesura de la ribera del Esla. Llega a nuestros plantíos y sotos poco después del comienzo de la primavera, se forman las parejas y eligen su zona. El macho defiende su territorio con un cántico que es un silbido claro y sonoro. El nido lo construye la hembra en una horquilla de un árbol  situada casi al extremo de una rama horizontal, a buena altura del suelo; tiene forma de cesta, la solidez es tal que permanece casi íntegro hasta la primavera siguiente. La puesta suele ser  de cuatro huevos; desde que eclosionan los pequeños son alimentados por ambos padres que regurgitan  en sus gargantas insectos, larvas, orugas y, de vez en cuando, frutos. A las dos semanas saltan a las ramas próximas al nido.

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La diferencia entre sexos es clara: el macho tiene una coloración inconfundible, vistosa: plumas amarillo-doradas, alas y cola negras, pico rosa, patas grises; por el contrario la hembra y los individuos jóvenes son de color verde amarillo, con alas y cola más oscuras y la parte inferior ligeramente listada en oscuro. En agosto regresan a África, viajan durante la noche y aprovechan la luz del día para alimentarse.
 

Canto