La Cencerrada
El origen de la cencerrada es muy antiguo. Fue estudiada por José Luis Alonso Ponga; nos vamos a basar en sus investigaciones. Hasta el siglo pasado existió en Villafer como en el resto de poblaciones regionales la costumbre de “dar la cencerrada”. Para el antropólogo Caro Baroja la reprobación de las segundas nupcias o de los matrimonios de conveniencia fueron los móviles más frecuentes que provocaron la cencerrada; nos recuerda ejemplos de textos clásicos en los que en la antigüedad precristiana ya se consideraba de necios el casarse por segunda vez, también afirma que en el cristianismo se llegó incluso en algunos concilios a declarar como reprobables las bodas en segundas nupcias. Efectivamente el pueblo las rechazó por considerarlas una traición al esposo o esposa difunta. En el cancionero leonés hay coplas que van en este sentido:
“Viudos que vais a casar
no vayáis al camposanto
no se levanten los muertos
y tengáis algún espanto”.
En el Diccionario de la Lengua Castellana, 1729, edición facsímil se define la cencerrada: “… En los lugares cortos suelen los mozos las noches de los días festivos, andar haciendo ruido por las calles, y también cuando hay bodas de viejos o viudos, lo que llaman noche de cencerrada o ir a la cencerrada”.
A los viudos se les consideraba culpables de traición y por eso debían expiar su culpa con castigos que recordaban a los aplicados por la Inquisición: humillaciones a adúlteras, alcahuetas, brujas… que se exponían a la vergüenza pública montadas en burro.
Se sacaron muchas estrofas relativas a bodas de viudos o de viejos como:
“Dos viejos muy setentones
se casaron anteayer
y luego dirán que el juicio
se adquiere con la vejez”.
En lo que se conoció como cencerrada podemos distinguir dos partes. En primer lugar la cencerrada propiamente dicha que consistía en hacer ruido con cencerros la noche anterior a la boda: la víspera de la boda los mozos se armaban de cencerros, calderos rotos, botes llenos de piedras, rejas inservibles de arados; se acercaban a la casa del viudo o viuda que se iba a casar y en la calle pasaban la noche armando gran ruido hasta que el contrayente pagaba la cantidad de vino convenida; a veces a pesar de recibirlo continuaban la serenata. De esta primera parte de la cencerrada no se libraba ninguno.
La segunda parte era el acompañamiento que el pueblo les hacía hasta la iglesia: se conocía como llevar el palio o ir bajo palio. El acompañamiento no solo se hacía en las bodas de viudos o personas de edad avanzada, también se aplicaba a los que se casaban en Cuaresma. Los mozos enganchaban dos bueyes viejos o dos burros del peor aspecto a un carro en el que se colocaba un ”palio” hecho de sacos rotos o mantas viejas y remendadas; hacían subir de grado o por la fuerza a los novios y, a paso lento, recorrían las calles del pueblo hasta llegar a la iglesia; la comitiva la formaban varios mozos que iban delante del carro y, rodeándolo, el resto de la juventud con cencerros.
Ante la posibilidad de este jolgorio se solían concertar estos enlaces en el más estricto secreto, solo se comunicaba al cura y se casaban a horas intempestivas pero la picaresca popular siempre estaba alerta y el pretendido secretismo se desvanecía.
La cencerrada no era exclusiva de la boda de viudos. También se daba al mozo forastero que casándose con una hija del pueblo no pagaba el piso (cierta cantidad de dinero para una merienda o cena de los mozos).