(fraxinus angustifolia)
Árbol mediterráneo, de entre 10 y 15 m. de altura; en nuestra zona aparece de forma aislada en la ribera del Esla indiferente a la naturaleza del suelo; la corteza es lisa y verdosa; el tronco suele ser corto y grueso; sus hojas, caducas, están compuestas por un número de foliolos impar; yemas de color marrón pardo; flores, muy pequeñas, carentes de corola y agrupadas en ramillete; de un mismo pie brotan flores masculinas y femeninas; florece de forma muy precoz a finales del invierno, liberando sus semillas maduras cubiertas por una sámara en otoño cuya forma alada facilita la dispersión por el aire; cada fruto contiene una sola semilla.
Se puede orientar a un cultivo ornamental con poda anual y severa; de crecimiento rápido, tolera bien el frío y el calor, exige humedad; la multiplicación es por semillas que se recolectan en otoño y son sometidas a temperatura constante alrededor de tres meses en torno a 4ºC. La madera del fresno, fácil de trabajar, es muy apreciada en la carpintería por sus cualidades de dureza, resistencia y elasticidad; se empleó en la carretería y actualmente en ebanistería (ofrece un bonito veteado y suavidad) para la fabricación de muebles, puertas, cuencos, cucharas, mangos de herramientas de campo y jardinería; sus ramas y hojas se han empleado para alimentar animales; su la leña y carbón vegetal son combustibles de primera calidad; hay leyendas que narran que las hojas de fresno eran un buen antídoto contra las mordeduras de serpientes venenosas. En nuestra ribera se mezcla con chopos, álamos, sauces y negrillos y no forma fresnedas.