(quercus faginea)

campo quejigo

Es una especie autóctona del clima mediterráneo. Pueden llegar a formar quejigares. En nuestra zona el quejigo –también le llamamos roble- suele tener un porte arbustivo. Convive en muchas zonas con la encina. Sus hojas, con bordes dentados, brotan entre abril y mayo, son marcescentes (cuando se marchitan no se desprenden de la rama hasta el nacimiento del nuevo brote); las flores se reúnen en amentos colgantes y producen bellotas más temprana que las de la encina. Prospera en todo tipo de suelos aunque prefiere los básicos a los ácidos. Es característico del quejigo la presencia de agallas (bola del tamaño de una nuez, de color marrón, con picos pequeños, el interior es acorchado; la agalla se produce por la picadura de un insecto en los brotes para hacer su puesta, en su interior crece la larva).

Muchos son los usos que hemos dado al quejigo: su madera se empleó en la construcción naval; es buen carbón vegetal; las agallas se usan para preparar con su polvo una infusión que se utiliza como astringente en casos de diarreas. En uso tópico se consumen formando parte de cremas, pomadas y colutorios que se utilizan como cicatrizantes, antisépticas y antihemorroidales. La riqueza en taninos gálicos de la agalla y de la corteza las convierte en curtientes para la industria del cuero, también se usan para la fabricación de tintes y colorantes. Tiene un gran valor como protector del suelo: regula la escorrentía y la infiltración de las precipitaciones. Su madera es un buen combustible. Las hojas y bellotas son aprovechadas por el ganado.