(eryngium campestre)
Nuestra aleta es una planta herbácea perenne de color verde claro, provista de una raíz delgada que profundiza más de un metro; las hojas, espinosas y divididas en tres partes, forman una roseta a ras de suelo de la que brota un tallo floral erecto muy ramificado en la parte superior que llega a medir 60 cm. de altura; dicho tallo se desprende entero en la fructificación, por la acción del viento se arrastran tanto los tallos muertos como las cabezuelas secas, de este modo se facilita la dispersión de semillas (de ahí el nombre de corredor); la raíz rebrota en primavera; florece entre junio y agosto; sus flores se agrupan en cabezuelas redondeadas, muy apretadas en forma de estrella. Prospera en baldíos, cunetas, lugares secos…; prefiere los suelos calizos y arcillosos. Un congénere en nuestra comarca es el cardo corredor azul (eryngium bourgatii) de talla menor y con tonos azulados. Es una planta común en Europa Central y Occidental, Norte de África, Medio Oriente y Cáucaso.
La raíz tiene facultades diuréticas y aperitivas; por su contenido en saponina también resulta útil contra la hidropesía y el tratamiento de edemas en las extremidades inferiores; son adecuados para tratar la cistitis, cólicos renales y escozores producidos al caminar o trabajar; las raíces jóvenes y los brotes tiernos se pueden comer cocidos como verduras. A este cardo está asociado un hongo de gran interés culinario: la seta de cardo (pleurotus eryngii) pues vive sobre sus raíces muertas. El cardo corredor se usa como adorno floral; en el Pirineo oscense se le da un doble uso: los cuelga en las cuadras para evitar que los animales enfermen y cuecen la raíz preparando un baño para aliviar los síntomas de pies cansados.