Nuestra localidad, a las orillas del Esla, acoge todos los años durante la segunda quincena de agosto y primera de setiembre un flujo de aviones zapadores (riparia riparia) que, de regreso a África, utilizan grandes dormideros comunitarios ubicados en las márgenes del río (árboles, arbustos y vegetación ribereña); cada jornada, al amanecer, abandonan su lugar de reposo nocturno y ocupan masivamente, bien juntos, los cables de tendidos eléctricos y telefónicos de todas las calles de Villafer: ofrecen a los vecinos un buen espectáculo natural; durante una hora, aproximadamente, toman el sol, se acicalan el plumaje y, de nuevo, emprenden la ruta hacia el sur; estas masivas oleadas migratorias se suceden diariamente; forman parte de un frente procedente de las Islas Británicas y Europa occidental que atraviesan los Pirineos occidentales y se encaminan hacia las Marismas del Guadalquivir desde donde sobrevuelan el Estrecho de Gibraltar para orientarse a sus cuarteles de invierno africanos.
Para una parte de los aviones zapadores europeos, como muestran las imágines, Villafer sigue siendo un lugar de reposo: final de etapa y punto de salida de otra en su instinto migratorio; tal vez por este hecho nuestros antepasados denominaron a un lugar al noroeste del pueblo “Las eras de los aviones”.