En la pasada primavera varias polladas de ánade real, azulón o "curro" han chapoteado sobre las aguas del Esla, lideradas por sus inseparables madres respectivas, en los aledaños del puente de Villafer. Los ruidos del tráfico y las conversaciones de los paseantes no les han ahuyentado posiblemente porque sus madres son residentes de la zona. Por desgracia, sin embargo, hemos podido comprobar cómo desaparecían miembros de cada familia; frecuentemente contemplamos a madres con dos, una o ninguna cría debido a la fuerte depredación.
En vísperas de San Juan orientamos la cámara hacia dos familias concretas lideradas por sus precavidas madres; las edades y número de componentes son distintos pues la familia de 8 crías con su plumón pardo-oscuro y rasgos amarillentos han eclosionado hace 2 ó 3 días, posiblemente se trate de una puesta de reposición con un número menor de huevos por haber perdido la primera; en cambio la de los 11 juveniles, bien emplumados, cuentan ya con cerca de 8 semanas de vida y están casi listos para el primer vuelo, es una gran noticia de supervivencia; han compartido varias semanas la zona de alimento con un nutrido bando de machos adornados todavía con la librea nupcial; en cambio los pequeños con un duro camino de supervivencia no verán a esos adultos que se han retirado a zonas de la vegetación espesa (sauces) y plantas acuáticas ( carrizo, espadañas...) donde mudan sus plumas, incluidas las remeras, impidiéndoles el vuelo: han comenzado la etapa del plumaje de eclipse y mancada de los machos.
Las madres de ambas camadas eligieron su lugar de anidamiento probablemente a gran distancia del río, hicieron su puesta en el suelo o en un árbol; cluecas, incubaron durante 28 días; camufladas, debido a sus tonos crípticos, salvaron los peligros de los depredadores de nidos (zorros, garduñas, visones, tejones, jabalíes, córvidos como la urraca y la corneja...) y después de unas pocas horas de la eclosión las crías, nidífugas, con la impronta grabada se vieron impulsadas a seguir a la madre atenta y precavida, reaccionaron a sus sonidos de alarmas, comieron, se refugiaron bajo su cuerpo en una ruta cargada de peligros terrestres y aéreos hasta llegar a esta zona del Esla.
Pero la tensión de las madres guías de la camada sigue estando al límite debido a los numerosos peligros, unos subacuáticos por la depredación de los lucios y el buceo del visones que ni siquiera la atenta madre puede detectar; también peligros aéreos provocados fundamentalmente por los azores con crías exigentes acechando a estas "curradas"; a pesar de eso se siguen alimentando sobre las berrañas, ahora casi marchitas, de material vegetal, invertebrados, insectos, gusanos... son omnívoros. Cuando los hijos vuelen, la misión de las comprometidas madres ha terminado, se ocultarán en la maleza del Esla y tendrá lugar su muda completa de pluma: ha llegado la hora de la mancada de las hembras.