(crodicura russulla)
La más abundante de las musarañas de la península campea en nuestro entorno. Se trata de un mamífero insectívoro – como el erizo o el topo- de pequeño tamaño (pesa de 10 a 15 g. y su longitud oscila entre 5 y 9 cm.); el aspecto es bastante parecido a un ratón pero presenta un hocico puntiagudo y alargado, cubierto por vibrisas sensoriales, ojos pequeños, patas muy cortas sobre todo las traseras, coloración de camuflaje, sin dimorfismo sexual; vive en ambientes rurales moderadamente humanizados: praderas, márgenes de bosques, zonas agrícolas, jardines… Es monógamo, poco habitual en los mamíferos; no excavan, ocupan galerías abiertas por otros animales, huecos de troncos o se alojan bajo una piedra; forman un nido redondo, suele tener varias camadas al año (de 3 a 4); tras un embarazo de un mes nacen unas seis crías de un gramo de peso, ciegas, sordas y sin pelo; la madre las amamante durante tres semanas; se trasladan en caravana: fila india sujetándose una a otra por la cola, la progenitora se coloca la primera; para evitar la endogamia las hembras jóvenes se dispersan.
Con necesidades metabólicas muy altas deben consumir diariamente el 50% de su peso: practican un control biológico sobre plagas: devoran insectos, caracoles, babosas, arañas…; su mordedura es venenosa (insólito en los mamíferos); son víctimas de búhos, comadrejas, serpientes e insecticidas; aunque no es una especie amenazada se las protege por ser un insectívoro beneficioso para el campo; ha estado presente en nuestra cultura: “Pensar enmusarañas”: estar distraído; leyendas, cualidades mágicas…