(canis lupus signatus)

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Ha sido representado desde la antigüedad en la mitología, folclore, literatura y cancionero popular. El lobo ibérico es una subespecie endémica de nuestra península; sus señas de identidad son el menor tamaño y unas marcas oscuras o negras (línea vertical en las patas delanteras, a lo largo de la cola… de ahí el “signatus”). Cabeza maciza, orejas triangulares, ojos ambarinos oblicuos, cuello robusto, cráneo más estrecho que el de los perros pero revestido de una formidable masa muscular, hocico puntiagudo, fuertes caninos, región lumbar deprimida; pesa hasta 40 kg, altura en cruz 70 cm; pelaje de invierno con capa de borra grasienta; durante el verano, cuerpo enjuto; puede alcanzar 14 años. Vive en una manada muy jerarquizada que en nuestro entorno se compone de pocos miembros porque se alimenta generalmente de pequeñas presas; defiende su territorio

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En el campeo diario aprovecha anfibios, carroña, frutos, micromamíferos, conejos, liebres, corzos, reptiles, aves…; se desplaza varios kilómetros; su velocidad punta no es relevante pero la resistencia es asombrosa con marcha mantenida; gran adaptabilidad. Entran en celo en marzo, en mayo se dan los partos en lugares solitarios en un cubil excavado en un terraplén, en zarzales, entre árboles caídos…; los lobeznos nacen con pelo oscuro, desde la cuarta semana además de la leche materna aprovechan la carne regurgitada por los adultos; a los cinco meses los lobatos aprenden las técnicas de caza. En nuestros montes y cultivos de maíz los lobos encuentran gran protección; observamos sus huellas alguna vez vemos sus cuerpos.

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Aullido