Artículo sobre Villafer que se publicó en el suplemento "La Posada" de el diario El Mundo, el pasado 5 de diciembre. Villafer da mucho juego: adobes, manzanos, desiertos, pájaros, Caribe, Nuevo México... en fin, que también sirve para hacer literatura
Aportación de José Antonio Fernández
TURISMO RURAL / LA RUTA
León / Villafer
FERNANDO DEL VAL 5 de diciembre de 2011
Según Dante llueve en la fantasía elevada. Aquí no llueve, sobran explicaciones sobre la calidad representativa de esta localidad leonesa, pero también hay que añadir que, al menos, anda sobrada de humedad a ras de suelo, rozada en su circunferencia por el río Esla
Tan alto como señalan las manzanas
La comarca de Campos y del Esla radica en un valle insospechado de protuberancias que lo justifiquen. Hasta las cárcavas están disimuladas. Se trata de un lugar que vive al raso y justifica su presencia en la necesidad que toda comarca tiene de situar una bandera cada equis kilómetros.
Puede que pase como en la fábula de Arnold Bennett, de setecientas páginas nada menos, titulada Cuento de viejas. En ella dos mujeres salen del mismo lugar y muchos años después se encuentran de nuevo, ya ancianas. Por qué no iban a partir de Villafer, alentadas por ese progreso que recogió la novelística española de la segunda mitad del veinte.
Al final volverían desengañadas, cuando el cuerpo necesita más el reposo que el triunfo, por definición efímero. En ese caso se parecerían a tantas personas que posmodernamente han apartado sus pies de la ciudad porque han descubierto, en ese ciclo que no para de girar, que las esencias están en el pueblo. Las dos viejas habrían salido por su cuenta al menos, no obligadas por la moda política del momento, tan dañina. Al final, regresan atufadas por la contaminación que produce el supuesto progreso.
El naturalismo del autor encuentra un reposo ideal en esta parte de la Comunidad, frontera de dos realidades que son la misma, como ocurre en toda linde. Las dos señoras han sacado la banqueta y están comiendo pipas en la calle Alonso Castrillo, es de suponer que luego barrerán.
Unos metros más a su derecha hay un solar de paja en el suelo y adobe en la pared que no existe. Casa sin puerta mala es de guardar. Claro, que una vez reinstaladas en Villafer, las dos señoras tendrían que hacer uso de otro título de Bennett: Cómo vivir con veinticuatro horas al día. Y por eso andan en la calle pelando cáscaras con la dentadura postiza, que por otro lado, es síntoma positivo de ausencia de abandono. Comen pipas igual que viven, sentadas esperando que pase algo a sabiendas de que nada pasará porque el tiempo pasó hace mucho, cuando emigraron.
Los hombres se reparten en tres zonas. Al lado de la iglesia, de cháchara. No esperan al cura para que abra, están al cobijo de la sombra y es buena zona, zona de paso, para el solaz. La iglesia parece sacada de ese desierto estadounidense, donde, en mitad del polvo, surge una que, desde fuera parece siempre pequeña, achicada por la planicie exterior, y dentro cabe hasta un Cristo a tamaño natural colgando como si estuviera clavado no a la cruz, sino a la misma pared del recinto. Ésta reside pintada de blanco, aunque todo lo que está pintado de blanco suele parecer que no está pintado. Su frontal es puro desierto. Aíslala y ponla en Nuevo México.
Una segunda ocupación del masculinato es el trabajo, una chapucilla por aquí, otra por allá, ¿dónde está? Unos arreglan el coche, otros la bicicleta, ese transporte oficial en pueblos –ahí llevan ventaja sobre las capitales-, y los de más allá pintan la trasera. Al lado hay un cartel de se vende seguido de un número de teléfono.
La crisis ha decorado la estampa de todo un país, añadiendo colores de traspasos y sombras de alquiler. «¿Qué?, ¿mancha?». «Sí, por eso hay que pintar cuando hace sol. Así te pones la gorra y los demás piensan que te estás protegiendo de él». Y, en realidad, sirve para que no caiga una gota de pintura sobre la cabeza. «¿Y sin guantes?». «Es que las manos se pueden lavar ». La cabeza no.
La última atribución es el ocio. Pronto para ir a echar la partida, uno pesca, otro hace ciclismo, el resto andará viendo la tele. El que da pedaladas parece que huye, pero luego se revela que da vueltas en círculo, el pueblo es un circuito reducido.
En las pintadas hay de todo, normalmente ensucian, pero hay de todo. Aun así valen para medir la pugnacidad de la gente más joven, la vitalidad del sitio. El más reciente data de dos mil ocho y pertenece a los quintos, aunque ellos, contaminados por el nuevo lenguaje de la reforma educativa que no existe y el teclado digital, se autodenominan kintos con k de burro. Y gracias, porque podrían haberse ahorrado alguna letra más.
Marca de tiza
En algunas zonas del Caribe no se permite construir más alto que la palmera más alta. Las casas de por aquí parece que tuvieran una regla similar y que el rasero venga impuesto por los manzanos o por los vuelos bajos del pájaro mañanero. Ellos pintan con tiza hasta donde deben construirse las paredes de adobe. De otros ejemplares han colgado tiestos como si fueran pendientes para subrayar su condición ornamental.
Otros dos puntos merecen atención. A una decena de kilómetros de Villafer se encuentra el vivero forestal más grande de Castilla y León, a pesar de lo cual, sólo se dedica a un cultivo: los chopos, aunque de distintas variedades. Son medio centenar de hectáreas que pertenecieron a Icona y ahora al Gobierno regional.
Aseguran que el consumo de agua en los árboles por hectárea es muy similar al del maíz. El vivero está ya en Valdelapuerca, aprovechando el curso del Esla, después de pasar los montes y las dehesas de Belvís.
Y al lado del Esla tenemos, igualmente, la terraza fluvial arqueológica en la margen izquierda. De ella surgieron materiales paleontológicos y arqueológicos acumulados durante años hasta hace tres décadas. Los primeros responden a restos humanos; los segundos, a objetos. La recolección produjo resultados paleolíticos y neolíticos; la técnica se basaba en aprovechar los arados para ir a continuación a acopiar enseres. La llevó a cabo un vecino y, tras su muerte, la familia hizo los hallazgos públicos