Aprovechando sus hábitos crepusculares sorprendimos a una familia numerosa de corzos en una finca de Villafer de 42 hectáreas (12 de trigo recién cosechado y el resto de maíz). El 26 de julio llamó nuestra atención una corza con tres corcinos ramoneando en los lindes de rastrojo y los maíces; dos días después apareció en el mismo escenario y hora un solo miembro de la camada: un corcino vulnerable, indeciso e inconsciente de los peligros por la falta de tutela de la madre; se dejó fotografiar sin ninguna condición. ¿Qué pudo ocurrir?
El corzo (capreolus capreolus), el más pequeño de los cérvidos europeos, merced a su enorme adaptabilidad ha ido prosperando en el presente siglo en estas zonas de agricultura digital del sureste leonés. Su territorialidad tiene el origen en el comportamiento reproductivo de la especie y provoca la expansión de jóvenes expulsados de los lugares de nacimiento hacia territorios limítrofes. Parece que su defensa biológica está demostrado en la zona ser muy eficaz por basarse en una alta tasa de nacimientos. Por otra parte se ven favorecidos por una cobertura vegetal de más de 600 has. de maizales durante unos nueve meses, la proximidad al sur del Monte de la Mata y de Belvís con encinares y quejigales y la existencia al poniente de sotos a lo largo de la ribera izquierda del Esla con sauces o paleras, plantas trepadoras, herbáceas... Todo lo aprovecha el corzo pues es una especie de amplia dieta más adaptada a ramonear que a pastar ya que consume trozos de hojas de maíz, bayas, brotes tiernos etc. en sus breves ingestas.
Para el interrogante del primer párrafo aportamos una explicación sencilla: los corzos se encuentran en plena época de celo (segunda quincena de julio y primera de agosto); los machos se vuelven fuertemente territoriales y tratan de alejar de su área de influencia incluso al corcino del reportaje; al mismo tiempo intentan atraer a las hembras para aparearse con ellas pues solo son receptivas unas 36 horas en su único celo anual. Tras la fecundación de la pareja el macho dominante pierde agresividad y el pequeño expulsado y desorientado por la brusca e inesperada soledad vivida ha evidenciado una curiosidad inconsciente ante lo desconocido. Sin el gran obstáculo vuelve con la familia por unos meses. La reciente gestación de la madre se paralizó temporalmente (diapausa embrionaria o implantación diferida) y no se activará hasta diciembre de manera que el embarazo abarca una duración de cuatro meses, por eso los partos se producen a partir de abril mes en el que habrán nacido estos tres hermanos. Como madre diligente la corza escondió a sus retoños recién nacidos de 1kg de peso entre cereales, maleza y forrajes durante unos pocas días aprovechando el mimetismo de la piel de sus retoños; se aproximó sigilosa a amamantarlos y los vigiló discretamente desde una prudente distancia: instinto maternal permanente apoyado por un excelente oído y un fino olfato; en caso de máxima alarma la expresaría con un sonido similar a un ladrido.
La mayoría de las corzas suelen traer dos crías por parto pero nuestra protagonista (adulta y de un peso adecuado) ha sido capaz de gestar tres corcinos y nos demuestra que los está sacando adelante con cierta facilidad a pesar de los peligros constantes que los amenazan: cortes de forrajes en abril y mayo, presencia de lobos, zorros, tejones, tráfico....
¿Podemos comenzar a llamar al sigiloso corzo el Duende de los maizales?