Durante los paseos por los sotos locales del Esla a su paso por Villafer frecuentemente percibimos un canto consistente en una brusca y rápida sucesión de notas alejadas o cercanas de un autor invisible pero en movimiento mientras se desplaza entre la intricada maleza ribereña, siempre cerca del suelo, en busca de alimento: es el esquivo ruiseñor bastardo (cettia cetti) en captura de insectos.
Después de la celebración reciente del Día Mundial de las Aves en uno de esos paseos matutinos por el puente dos ejemplares de esos escurridizos, olvidados y oscuros habitantes de la enmarañada maleza ribereña protagonizaron una agradable excepción: manifestaron su presencia en un combate sonoro y gestual durante varios minutos; colocados de lado cerca del suelo cambiaron alternativamente de posición, con aleteos rítmicos y enérgicos del ala visible para el oponente, respetando en todo momento las distancias rituales. Al final de la exhibición pública se retiraron haciendo mutis al refugio vegetal. Eligieron un escenario maravilloso: los pontones del puente con sus pilas de formidable chapado en sillería de piedra caliza.
Son representantes de una especie sedentaria reproductora de la zona a diferencia del ruiseñor común que es reproductor migrante estival y admirable cantador. Además del comportamiento esquivo del ruiseñor bastardo le singulariza de todos los demás paseriformes europeos el que cuenta únicamente con 10 rectrices (el resto dispone de 12).