El pasado 12 de mayo, en pleno Confinamiento Nacional, a las 23 horas, el joven agricultor Juanjo Páramo al finalizar su esmerada tarea agrícola observó un doble brillo: eran los ojos de un lobo ibérico (canis lupus signatus). Al tomar el camino rural para retirarse a casa comprobó que el cánido caminaba al lado de él con un trote constante mostrando normalidad pues se mantenía a unos 5 metros del tractor y frente a las luces de la localidad. Poco después decidió esconderse en una pequeña zarza, cambió de dirección y desapareció en la oscuridad.
Las bodegas, con abundantes conejos, se encuentran próximas y los jabalíes de distintos tamaños ya campeaban por el entorno buscando alimento pero en el trayecto un aprisco bien alambrado defendía a las ovejas de cualquier mal propósito lobuno.